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viernes, 28 de enero de 2011
“Marta es Pelé con faldas”. La definición es del propio ‘O Rei’. El más grande de todos los tiempos, al igual que millones de brasileños, siente una predilección especial por la única futbolista que ha sido reconocida por la FIFA como la mejor del planeta cinco veces, y además consecutivas: de 2006 a 2010. La ‘Rainha’ (reina, en portugués) Marta, como la bautizaron en su país, es una deportista que será eterna. No alcanza mayor fama planetaria porque el fútbol femenino se encuentra todavía en el penúltimo escalón mediático. En Brasil, que se vanagloria de ser ‘o país do futebol’, también es ignorado y maltratado y su estructura deja mucho que desear. El talento de Marta es de tal envergadura, que, a pesar de todas las dificultades y prejuicios, era imposible que no acabase siendo una figura popular, respetada y admirada por el gran público.


Los brasileños consideran que Marta puede representar lo mismo que Pelé en versión femenina. Por ello, las comparaciones son pertinentes y constantes. La ‘Reina’ no es vista sólo como una mujer practicando fútbol, sino como un ‘crack’ en toda su dimensión y, como tal, poco importa su sexo, raza o condición social. Sus creativos regates podrían ser autoría de Ronaldinho, Djalminha, Denilson o Robinho, sus endiabladas arrancadas son de la mejor versión de Ronaldo, Kaká o Rivaldo y su definición tiene tintes de Bebeto y alguna que otra pincelada de Romario. La mejor del mundo es talento puro, de aquel que aparece por generación espontánea y que se encuadra en el perfil característico de la escuela brasileña.

Una princesa entre niños
Cada vez que viste la ‘10’ de la ‘Seleçao’, el debate en las tertulias periodísticas está servido: ¿Si las mujeres tuviesen más fondo físico para responder a las exigencias del fútbol actual, Marta triunfaría en el fútbol masculino? La respuesta es casi siempre afirmativa, fundamentada en su indiscutible calidad técnica, muy por encima de la media. Aunque este enfoque sea absolutamente androcéntrico, debe ser interpretado como el mejor de los elogio posibles. En una sociedad machista como la brasileña, hay el peligro que planteamientos de esta naturaleza pudiesen ser considerados hasta un sacrilegio.

Como casi todos los astros brasileños, Marta Vieira da Silva nació plebeya (el 16 de febrero de 1986). Su humilde familia es de Dois Riachos (estado de Alagoas), en el castigado Nordeste brasileño. Empezó en la calle, con sus hermanos y primos. Hasta los 13 años jugó en el colegio y en un club local. Siempre era la única niña. Se ganó constantes puntapiés porque algunos no admitían ser humillados por ella. Poco le importaba. Siempre tuvo claro que no habría barreras sociales ni sexistas que la detuviesen. Su objetivo era ser futbolista. A los 14 años, surgió la posibilidad de hacer una prueba en el Vasco da Gama. No sé lo pensó dos veces. Recorrió casi 2.000 Km. hasta Río de Janeiro. Entró en las categorías femeninas de base. En 2001 ganó el Campeonato Brasileño Sub19, fue ‘pichichi’ y jugadora revelación. En 2002 se fue al Santa Cruz, de Recife.

La 'Seleçao' y su etapa sueca
Integrada en la ‘Seleçao’ principal en el año 2003, ganó el Campeonato Sudamericano y el oro en los Juegos Panamericanos de Santo Domingo. Su brillante actuación en este último torneo llamó la atención de los suecos del Umea IK, que le hicieron una propuesta. El país donde el niño Pelé empezó a labrar su mito ganando la Copa del Mundo de 1958 fue el primer destino internacional de Marta. Llegó al país escandinavo con 18 años y cuando salió, en 2008, había sido elegida tres veces la mejor del mundo. Conquistó una Champions (2003/04), siendo finalista en dos ocasiones más (2006/07 y 2007/08), 4 Ligas suecas (2005, 06, 07 y 08) y una Copa (2007). Marcó 111 goles en 103 partidos oficiales.

En julio de 2007, con status de ‘crack’, Marta obtuvo un doble reconocimiento inédito durante la disputa de los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro. En la final, en que Brasil goleó (5-0) a Estados Unidos, el mítico Maracaná casi se llenó con 67.788 espectadores, record de asistencia en un encuentro femenino en Sudamérica, La ‘torcida’ entregada cantaba ‘¡Ah! Marta es mejor que Kaká’, cuando el entonces jugador del Milan era la auténtica estrella del momento. El 26 de julio, se convirtió en la primera mujer que dejó la marca de sus pies en el Hall de la Fama de Maracaná, bien cerca de los de un tal Zico, que es quien más goles marcó en el coliseo carioca.

En territorio de Pelé
En diciembre de 2008, antes de recibir su tercer trofeo como mejor del mundo, Marta lloró en Zúrich al anunciar que su etapa sueca estaba finalizada. Su nuevo destino era la WPS (Women’s Professional Soccer) estadounidense. Fichó por Los Angeles Sol, donde fue recibida con la pompa de una celebridad. Kobe Bryant, que fue el maestro de ceremonias de su presentación, afirmó: “En los Juegos de Pekín, tenía tres metas, ganar el oro, ver a Michael Phelps haciendo historia y ver en directo a Marta, y lo conseguí. Es la mejor del mundo y para mí está al mismo nivel que Messi”. En su primer año en ‘yanquilandia’, fue ‘pichichi’ con 10 tantos y su equipo acabó finalista.

Cuando terminó sus compromisos norteamericanos, a lo Beckham, pidió que la cediesen. Estuvo tres meses en el Santos FC, capitaneando las llamadas ‘Sirenas de la Vila’. Y, claro, vistió la ‘10’ de Pelé, con todo el simbolismo que representa. El ‘Peixe’ se convertía en el único club donde han jugado el y la mejor de todos los tiempos. La ‘Reina’ también triunfó. Cumplió las expectativas y ganó la primera edición de la Copa Libertadores femenina y la Taça do Brasil.

Con la desintegración de Los Angeles Sol, entró en el draft de la WPS y fue al FC Gold Pride, de Santa Clara (California). En 2010, hizo ‘triplete’: ganó la liga, revalidó la Bota de Oro (19 tantos en 24 encuentros) y fue elegida Jugadora del Año en Estados Unidos. Se especula que su salario es de 500.000 dólares mensuales. En diciembre, volvió a ser cedida al Santos hasta que regrese a Estados Unidos. Jugará en el tercer club en tres años, porque el Gold Pride también ha desaparecido por problemas económicos. Que no pare el show.

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